samedi 6 mars 2021

 

Escribir estas palabras, hacerlas salir de la garganta, del tiempo, de la sangre derramada de mi pueblo, escribir esto que usted lee es una carrera para ganarle al tiempo de los y las infames. Estimado lector y estimada lectora, no nos conocemos, pero lo que usted va a encontrar en estas líneas no es otra cosa que los alimentos que  tragan sin masticar los señores y señoras de la tierra, esos que creyéndose puros y merecedores de poseerlo todo, fueron por ahí asalariando a la gente pobre para que matara a la gente pobre, para así ellos poder parir sus hijos e hijas al lado de las aguas claras de mis montanas.  Estimada lectora y lector, siento si molesto pero yo voy a hablarle de Colombia,  de la democracia más antigua de América Latina, como ellos y ellas bien han sabido llamar a esa tierra que grita la injusticia en cada una de sus flores.

Recordara usted que América fue el lugar en el que se rompieron todas las leyes humanas y divinas, pues como lo dicen los mismos cronistas de Indias, los españoles y los europeos querían la riqueza y no el trabajo, y por ambición fueron ofendiendo a Dios y robando al rey y a los suyos. sus fortunas, sus joyas, sus casas, sus manjares, sus peinados, sus zapatos, sus trajes, sus hijos e hijas, sus muebles, sus cortinas, sus manteles, sus vajillas, sus cubiertos, sus peinillas, sus instrumentos de música, todo aquello que justifico su existencia sobre la tierra, todo lo que les perteneció, se hizo y se forjo con la vida de miles y miles de seres humanos y no humanos… El  papa Francisco dice que hoy no podemos juzgar la conquista, pues no podemos juzgar la episteme del siglo XVI con nuestros saberes contemporáneos, yo le digo al papa que se desmovilice, y que lea un poco mejor. El nuevo mundo maravillo tanto a los recién llegados, que muchos fueron quienes intentaron defenderlo de la depredación de sus coetáneos. Pero la corrupción parece no respetar ni siquiera a la historia.

Voy a intentar ser lo más piadosa posible y solo juzgar mi tiempo, con mis saberes, y dejar a los muertos que ya son petróleo tranquilos. Voy a hablar entonces de la Colombia que me toca vivir hoy, esa que cuenta con más de doscientos mil desaparecidos, más de seis mil cuatrocientos asesinatos perpetrados por el estado durante el mandato del muy coetáneo director del partido de extrema derecha más sanguinario del continente,  Alvaro Uribe Velez… Voy a hablar de la muy contemporánea estrategia de despojo de la tierra a la que están sometidos más de seis millones de exiliados internos, y a la lejanía a la que son sometidos otros tanto de exiliados externos… voy a hablar de la nada pasada de moda explotación sin límites de los recursos minerales que solo enriquecen a algunos y algunas ya antes nombrados y nombradas, y que claro, hoy se visten con la moda de la época, jeans, tacones, corbatas y carros blindados para que no los maten sus propios fantasmas.

Seguiré respetando la palabra sagrada de la contemporaneidad, para hablar de Colombia, el país en el que empalan a las mujeres, las violan, decapitan a los niños, torturan a cualquiera, para que la gente entienda que esa tierra no es de ella, sino de los emperadores… perdón, emprendedores… Colombia, el país en el que a un soldado del estado le pagan con arroz chino por matar a una persona, pero al que nunca le darán la oportunidad de cambiar de estatus social. El país en el que las personas que valen el arroz chino se vuelven cifras oficiales, esas que sirven para demostrar que el rey, perdón, que Duqye, es un verdadero hombre, y que nadie como él para hacer cumplir la ley de la infamia que ha atravesado campante tantas y tantas epistemes. Amén.

Para escribir hay que ser bueno y no ofender a los ricos, perdón, a dios, así se llega al reino de los cielos que tanto nos espera después de este infierno que crean quienes se visten y se alimentan con el dolor de millones. Apreciada lectora, apreciado lector, le hablo de Colombia, el país en el que parece que la cocaína además de servir para mantener una parte de la economía libre de impuestos,  sirve también para anestesiar a un pueblo entero frente al dolor de los más inocentes.  Si, la cocaína tiene ese efecto sedante, anestesia y permite que a la gente le saquen los ojos sin que al telespectador le duela un pelo. Espero que usted entienda que no intento hacer porno miseria con la violencia… solo quiero que mis palabras lo hieran profundamente, en esta época en que la palabra empatía, esta tan de moda.