mardi 24 novembre 2015





El poeta

Ver, eso era lo que esperaban;  había que verse las caras para encontrar un lugar, y desde allí, actuar, dirigir, dar forma y sentido a lo que fuere. Cuando me acerqué, llegaba de un viaje muy largo, estaba muy casada y mis pies se perdían entre el sueño y la vigilia…solo quería un lugar donde dormir, tomar un baño y dejarme ir con algún viento o algún músico.

Atravesé el umbral de la puerta y todos voltearon a verme, todos, « qué vergüenza pensé, debo estar muy despeinada, mi cabello debe ser una masa informe»; un silencio invadió todo el salón que estaba bastante bien iluminado y bastante limpio,  y que hacia contraste con los harapos de la gente que me miraba ya  tan fijamente. « buenas noches » dije, y nadie respondió, pero como a un llamado militar,  todos miraron de pronto mis pies y un pánico terrible inundó el lugar, al punto de que la música se detuvo totalmente. 

¿De dónde viene, y porqué no podemos ver sus pies?..¡ah!¡ su cabello, no podemos verlo tampoco! ¡Que venga el poeta y nos explique, y llamen al médico para que haga los exámenes necesarios, y por favor, despierten al alcalde para que ponga las cosas en su lugar!  Dijo el hombre que servía las bebidas. Yo, en medio de ese desorden y cansancio, dejé caer mi maleta al piso y todo salió volando, todo, los libros, las hojas, las peinillas, el reloj, los zapatos de tacon, los espejos, todo… el cansancio me cerraba los ojos,  hasta el punto  que  un estado de reposo en medio del peligro me abstrajo totalmente, en la espera tranquila de todos aquellos personajes que habían sido convocados. Nadie se me acercaba ni me ofrecía algo para beber.   


« No veo bien, solo veo manchas, mi pelo es una mancha, y mis pies deben estar en tal alboroto que  el movimiento seguro alteró a los aldeanos, debí pensar en eso antes, debí reposarme antes de entrar al pueblo…debí, debí,  si solo pudiera alcanzar una de las peinillas y peinarme, o atrapar un cordón… »

De pronto…

¡Oh el poeta se acerca!  gruñó una mujer que sostenía un micro perro… !qué es este alboroto! grito el poeta subiendo la cremallera de su pantalón y entrando por una de las puertas interiores del lugar en tal tono, que me sacudí al punto  que pude ver su rostro: flaco, de ojos medianos, cabellos negros en la barba y el bigote, y una calva que olía mal desde la distancia. Dientes grises a causa del cigarrillo y arrugas de pensador sin pausa, de mequetrefe.. ¡pero qué vemos aquí! una mujer de dudosas procedencias, dudosos pies, dudoso cabello y mirada indefinida. 

Casi estallo en risa, ¡que gracioso! era cierto que dudaba, ¿acaso no era obvio? Sentí venir la risa pero al ver la mirada penetrante de aquel hombre, mi risa se hizo polvo y fue a esconderse en mi cabello, sin hacer el mas mínimo ruido. El miedo empezó a abrir mis ojos poco a poco, y finalmente empecé a verlos a todos, a cruzar miradas y gestos… cada uno tenia su lugar bien delimitado, cada gesto estaba impreso en cada rostro, y parecía haber una ley que les impedía cambiarlos, era como si estuviera prohibido causar la perdida del control de la mirada del otro sobre el otro, sobre el otro, sobre el otro, sobre el otro...

Qué costumbres tan extrañas pensé, ¡cada lugar tiene sus propias costumbres! ¡ja! ¡cómo me divertí hace unos días en el pueblito de aquellas personas que habían llegado al punto  aun  de desvanecerse  poco a poco frente a todos, y desaparecer mientras todos reían!…que gran pueblo era ese, en el que la ley permite que sin miedo sus habitantes compartan sus conocimientos de desaparición y difusión con los extranjeros!  ¡cómo reíamos!. 

Mientras me alegraba con mis recuerdos, vi que uno de los hombres había tomado el control de la turba que ya empezaba a disputarse para ver mas de cerca mis pies, mi cabello y mis ojos, y dando ordenes por doquier, sometía a unos y a otros a hacer una fila de acuerdo a su gusto, que se basaba en el  color, tamaño, sonrisa, o peinado, o cuanta otra cosa se le antojara…. un bostezo difuminó mi rostro y un rumor de espanto ocupó el lugar…


-Ya es suficiente, dije en el tono mas alto que pude: lo siento señores y señoras, monstruos, animales, brujas niños y bestias, seres amargos y, por qué no decirlo, despreciables al mas alto grado, lo siento,   pero no tengo tiempo de esperar a que el alcalde se despierte, seguro ha tenido una muy amarga jornada y no querríamos molestarlo, y en cuanto al médico, estoy segura de que su ciencia no será suficiente para entender mis pies, así que hasta una próxima oportunidad, y una feliz noche para todos. 
 FIN      

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