Hay algo que no me déjà tranquila cuando pienso en los hombres en el poder, y es el papel de las mujeres con quienes se han reproducido y a quienes llaman sus “compañeras de lucha”.. o algo así. Para simplificar y no hablar de todos los egos masculinos en el poder a nivel mundial, me voy a concentrar solamente en un personaje colombiano frente al que todos los días tengo que retomar fuerzas para guardar mis ideas en frio e intentar ser lo más imparcial que pueda. Ese personaje es Ivan Duque Marquez, el presidente de Colombia, duélale al que le duela, y duélale como sea que le duela, así sea por tortura, violaciones o asesinato… (Pues aprovecho para decir: A mi si me duele la guerra en Colombia, y quisiera que la justicia colombiana o internacional lo juzgara a él y a sus cómplices algún un día, más temprano que tarde). Me voy a concentrar en lo que dije: el papel de su mujer.
Para empezar, lo que ella me provoca es un sentimiento de impotencia que me ofende como ciudadana y ser libre que soy y me declaro ser, es decir, ella ofende, contradice y agrede, lo que me ensenaron y me ensenan aun las mujeres, los hombres y las personas en transito que me han rodeado con amor. Ella, mujer, sin nombre, sin voz, sin rostro, sin nada, aparece de vez en cuando en escenarios de primera dama hablando de paz y de progreso, mientras su esposo va repartiendo las responsabilidades del estado colombiano a personas sin formación, sin ética, pero siempre cercanos a él y a sus intereses. Ella, mas que él, me aterra y me llena de miedo. Ella es la sombra de una sombra y eso es un grado muy alto de oscuridad.
Seguramente si algún día pudiera confrontarla se defendería como madre y como sombra, y hablaría de todos los logros del gobierno de su marido, ese que la puso ahí donde esta. Imagino su cara de indignación, o su actitud conciliadora, queriendo contradecir lo que veo con tanta claridad: Si, lo que su marido hace es perfectamente coherente, funciona muy bien, y tiene excelentes perspectivas de futuro, si no se cuenta con la gran mayoría del pueblo colombiano, pero cuando el pueblo aparece en la ecuación, entonces, su marido no es más que el creador de los argumentos perfectos de una infamia televisada.
Ivan Duque, puedo decirlo sin miedo a equivocarme, es un ser humano a quien le entregaron la posibilidad de encaminar la paz de un pueblo entero, y es el hombre que sin vergüenza, fue poco a poco haciendo que las esperanzas, las mías y las de muchos otros, simplemente empezaran a desaparecer entre muerte y muerte. Ivan Duque mintió en su campana diciendo que no haría fracking y que la minería seria controlada, mintió en todo lo que respecta a las políticas tributarias, mintió con defender la paz, mintió diciendo que es una persona transparente, y ella… ella… sigue caminando a su lado. Ella es imperdonable, tal vez mas de lo que yo misma creía cuando empecé a escribir este texto.
Recuerdo con un poco de indignación ajena, el día de la posesión del actual presidente de la república del país desangrado que siguen insistiendo en llamar Colombia...(ese nombre me parece otro tecnicismo, un eufemismo) Recuerdo el gesto de desprecio del marido hacia su esposa, recuerdo el vestido acartonado de esta, ese vestido que nos decía a todas las mujeres: baja la cabeza, sonríe, vístete como una mujer buena, cueste lo que cueste, y guste le a quien le guste… pero también envía un avión con el dinero del pueblo contribuyente para buscar uno de esos vestidos, y sobre todo… que no te importe, tu eres terriblemente buena y tienes el derecho. Ella nos decía con sus gestos a todas las mujeres que llevamos pensado desde que pudimos hacerlo, cállate, baja la cabeza, y si te matan al pueblo frente a tus ojos no digas nada y sigue siendo la mujer complaciente que a tu marido tanto le gusta.
Ella me aterra de solo imaginarla abrazar a su
esposo en las noches cuando este llega
cansado después de hundir al país en el ridículo
y en el absurdo, y luego lo dejar ir a
dormir sin hacerle preguntas por las masacres; ella es culpable de no negarle
el saludo en la mañana pues su sordera
frente a las víctimas es menos fuerte que su amor por él, y ella es culpable de no dejarlo solo,
definitivamente solo, al saber que se ha gastado miles de millones de pesos de
la paz de los colombianos para mejorar su imagen... Ella es vergonzosa, pues con él, con ese presidente
que hoy quiere que le aguantemos sus sonrisitas amables de niño de colegio mientras
pone en riesgo a las aguas, a los
ecosistemas, a la gente, a nuestra paz y
a nuestra democracia, se protegen en una paz espiritual que solo a ellos salva,
bajo la bendición de un dios inexistente que solo se sienta es su mesa y las de
sus amigos adinerados. Si algo no soporto de los hombres en el poder, es a sus subditos y subditas.
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