Confundì una montaña con un sombrero; apenas me despertaba y el sombrero aun estaba allí, siendo una geografía de muchas noches en busca de algo o de alguien. Una línea curva, un volumen, un nombre. Nadie reclamó la autoria ni de la forma, ni del volumen, ni de los libros, hasta cuando los nombres se fueron reuniendo poco a poco sobre el nombre de la mesa y la flor.
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